¡Qué Panamá!

¡Qué Panamá! Con esta expresión –habitual, dice, en Francia a principios del siglo XX–, John Le Carré encabeza su novela

El sastre de Panamá. Significa que un conflicto es insoluble. ¡Qué Panamá!, es decir, ¡qué panorama, qué lío, que pastel, qué empanada, que chanchullo!

El sastre de su novela va tomando las medidas a una caterva de personajes a cual más corrupto. Y el MI6 lo recluta, claro. No con argumentos patrióticos sino con los que se llevan en su ambiente y suelen ser parecidos: dinero, coacción, chantaje.

El sastre de Panamá lo que narra, como casi todo en Le Carré, es un desastre, un desastre de mundo, que es el nuestro. ¡Qué Panamá!

Los

papeles del Panamá que está dando a conocer el ICIJ (Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación) muestran en qué Panamá ha metido al mundo el capitalismo financiero, esa burbuja especulativa que no construye sino que destruye, no crea riqueza sino que se limita a acaparar la que queda y a esconderla en sus islas del tesoro.

Según el

informe de Oxfam

sobre la  desigualdad presentado en enero ante la cumbre de Davos, todo el PIB del Reino Unido y el de Alemania juntos  (7,6 billones de dólares) es el dinero que se calcula que está oculto en paraísos fiscales, un dinero que estafa 190.000 millones de dólares cada año: los impuestos que evaden, que no pagan y no solo no ayudan al bienestar de los ciudadanos sino que restan servicios, impiden inversiones, producen más pobreza. Dinero sucio. Alguno de procedencia muy oscura: manchado de sangre. Pero otro, de origen muy claro: de sociedades inversoras, de fondos buitre, de empresarios muy listos bien formados en ingeniería financiera en las prestigiosas escuelas de negocios, tan de moda, o de grandes multinacionales más respetadas que respetables.

Oxfam

analizó las cuentas de 200 compañías entre las mas grandes del mundo y dio esta conclusión: 9 de cada 10 tienen presencia en al menos un paraíso fiscal.

Los papeles del Panamá (y esto parece solo el principio) implican de momento a 500 bancos. Quinientos. Bancos. A 12 jefes de Estado. Jefes de Estado. A 128 políticos de primera fila. Ciento veintiocho. Y a cientos de empresarios, deportistas, celebridades, famosos y mangantes de todo calibre.

Los paraísos fiscales solo podrán desaparecer, decía Oxfam, si se crea un organismo fiscal mundial en el que participen todos los países en igualdad de condiciones. ¿Imposible? Eso parece. Mientras no desaparezcan costará mucho pensar que el capitalismo financiero que campa por los mercados del mundo sin control o con una regulación tan débil que da risa no es un sistema corrupto y corruptor en su misma esencia y por eso un conflicto insoluble. Un Panamá. ¡Qué Panamá!

Foto:

Mauricio Macri en 2009, cuando era alcalde de Buenos Aires.

Alexis Rodríguez-Rata, periodista y politólogo

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