Alcalde de noche

En plenas elecciones municipales, la figura resulta aún más atractiva. Cuando cae la tarde, el alcalde, la alcaldesa recoge sus papeles. “Que tengas suerte, buen trabajo”, dice a su relevo  que llega con el ímpetu de quien inicia la jornada laboral y la modestia de quien ejerce un servicio.

En diferentes ciudades europeas hay alcalde de noche. Berlín, Amsterdam, Zurich, Londres, París, Toulouse , Valencia. Y, sin duda, se va a extender a muchos otros lugares ante la seducción que supone de pretendida modernidad.

Los responsables municipales, si comparten el poder, ya no van a despertarse sobresaltados con un impensable incidente. El responsable de noche habrá tomado las primeras medidas, demostrando que el cuidado de la ciudad no cesa, ni cuando el músculo duerme, la ambición descansa.

El cargo en algunas localidades tiene tinte oficial. En otros, reivindicativo, tomado en préstamo a instituciones que intentan detentar el poder las 24 horas. En cualquier caso traduce la necesidad de armonizar en las grandes ciudades el descanso con la industria nocturna. De noche, muchas cosas son diferentes. Por esto es importante la transversalidad.

Qué poderes tiene el alcalde de noche. Seguramente los que consiga abrogarse, dentro de la legalidad o la impostura. En cualquier caso, aparece un nuevo punto de atención, una nueva ventanilla, mientras el alcalde duerme. Mientras se desarrollan actividades artísticas, se prolonga la jornada o la vida y algunos intentan descansar, cuando otros, en plena forma, gritan.

Servicios municipales limpian en paralelo a ciudadanos que consumen. Hay lugares inimaginables durante el día, que abren sus puertas. Baja la guardia, cuando algunas personas se buscan de noche la vida. Sustancias para soportar la noche, personas con las que compartir pasiones. Los vecinos vuelven a casa, en tanto quienes no tienen casa toman por unas horas soportales o las cada vez menos recintos de cajeros automáticos abiertos.

Son realidades distintas, como de la noche al día. Por lo que no es de extrañar que en las ciudades de las grandes desigualdades el siguiente paso sea el alcalde de la pobreza. Con el encargo de establecer el censo de los incensados, dar un documento a  quien no tiene papeles y organizar la regiduría de comunicación de los que no tienen voz. La de vivienda de tan diversas realidades –casas ocupadas, bancos, soportales, jardines- , sanidad sin tarjetas sanitarias, deporte sin haber comido o alimentación e higiene, sin ingresos fijos.

Cultura con espectáculos al aire libre por la voluntad y sin entradas, educación sin pasar lista en las aulas o movilidad con alternativas a colarse en los transportes públicos. Seguridad frente a tantos nuevos vocablos que acaban en fobia.

El alcalde de noche, el alcalde de los pobres, de momento, no aparece en las campañas de mi ciudad. Quizás cuando se planteó, los representantes municipales dormían.

Jordi Delás, médico

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