"Patria" y el final de ETA

A las 24.00 de este pasado 1 de abril, una cuarentena de concejales del País Vasco, han dejado de tener la protección de un guardaespaldas. La medida se ha adelantado unos días al anunciado desarme unilateral e incondicional que la banda terrorista ETA –absolutamente debilitada y aislada- fijó para el 8 de abril. Algunos cargos de partidos no nacionalistas llevaban décadas con protección. Hace casi 8 años, 1.500 ciudadanos debían llevar guardaespaldas en el País Vasco. Del último atentado de ETA a la proclamación del alto el fuego permanente, en enero de 2011, y luego el cese definitivo de su actividad armada, los escoltas han ido desapareciendo paulatinamente.

La historia de ETA deja 829 asesinatos. Por no pagar lo que llamaban “impuesto revolucionario”, por pertenecer a las fuerzas de seguridad, por ser concejal del PP o del PSOE, por manifestarse en contra de la violencia, por ir a comprar a un hipermercado una mañana en que los terroristas habían decidido hacerse oír… Los muertos no pudieron descansar en paz: con pintadas y ultrajes a sus tumbas son numerosos los que, finalmente, fueron trasladados lejos del País Vasco, como Miguel Ángel Blanco, que nació en Ermua, pero descansa en un pueblo de Orense. Tampoco sus familias. Fernando Altuna, hijo de un asesinado por ETA, se quitó la vida hace unas semanas. Su último tuit fue una cita de

Patria: “ninguno se siente responsable porque, total, yo sólo pinté, yo sólo revelé dónde vivía, yo sólo le dije unas palabras…”. Patria, de Fernando Aramburu, es un libro extraordinario y absolutamente oportuno. Lleva 27 semanas en las listas de los más vendidos. Esta novela sobre la vida de dos familias vascas a lo largo de las últimas décadas ha llegado para hacernos conscientes de lo que ha sido el día a día en el País Vasco y hacernos vivir, sentir, diría, lo que significa este final. Yo añado otro fragmento con mi absoluta admiración a los que optaron por quedarse, a pesar de contar con poca compañía más que la de sus guardaespaldas: “A estas horas ya habrán limpiado la calle con una manguera para que no quede rastro del crimen. Y mañana habrá murmullos en el aire, pero en el fondo todo seguirá igual. La gente acudirá a la siguiente manifestación en favor de ETA, sabiendo que conviene dejarse ver en la manada. Es el tributo que se paga por vivir con tranquilidad en el país de los callados”.

Soledad Gomis, periodista

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